Oponer la verdad a la mentira.

(Entrevista publicada en italiano en Stilum Curiæ el 21 de junio 2024).

La pregunta es: «¿Somos libres de cuestionarnos lo que estamos viviendo? ¿Podemos preguntarnos y discutir sobre temas tan delicados y revolucionarios que involucran el tejido social? ¿O debemos aceptarlo todo como una imposición en detrimento de los derechos humanos y de la propia capacidad de juzgar para distinguir el bien del mal, lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto? Y, sobre todo, ¿tenemos que reunirnos en secreto para escapar de la persecución de quienes han decidido jugar con la vida de los demás?

Le preguntamos al abogado italiano Gianfranco Amato, presidente de la Asociación “Giuristi per la Vita” (Juristas por la Vida), que habló abiertamente sobre el peligro de una dictadura global.

No hay duda de que hoy vivimos bajo el manto opresivo de lo que normalmente se conoce como la Dictadura del Pensamiento Único. Quizás, como bien había profetizado, en el siglo pasado, el intelectual italiano Pier Paolo Pasolini, la peor dictadura de la historia de la humanidad. Se trata de un régimen totalitario fundado en una peligrosa deriva ideológica que, por su propia naturaleza, está inexorablemente destinado a mostrar su rostro intolerante y liberticida. Incluso más allá de la intención de sus partidarios. El peligro de la corrección política, de la ideología “woke”, del catastrofismo ambientalista, de la “cancel culture”, del paroxismo del gender reside precisamente en este plano inclinado, en esta pendiente resbaladiza o “slippery slope” como dicen los anglosajones. Otra mujer inteligente del siglo pasado, la filósofa Hanna Arendt, lo había profetizado en su imperdible ensayo Los orígenes del totalitarismo, cuando destacó que el desprecio ideológico de la realidad encierra en sí mismo la orgullosa presunción del hombre de dominar el mundo. Es precisamente el desprecio ideológico de la realidad, germen de toda forma de totalitarismo, el que está en la base de esos frutos enfermizos de la Dictadura del Pensamiento Único que hemos mencionado, desde la corrección política hasta la cultura de la cancelación. Por esta razón, no debería sorprendernos el clima envenenado que caracteriza hoy el debate sobre algunas cuestiones consideradas tótems ideológicos verdaderamente intocables. Clima típico de todo régimen totalitario donde prevalece la censura, el ahorcamiento social, la limitación de la libertad, la prohibición de disentir respecto de cualquier idea, concepto, creencia que no se ajuste al Pensamiento Único impuesto por el Poder.

La ideología de género no habría podido afianzarse si no se hubiera cuestionado el principio tomista según el cual es la realidad la que crea y condiciona nuestros pensamientos, sentimientos, opiniones, sueños y deseos. ¿Existe algún paralelo con lo que afirmaba Descartes (Cogito ergo sum)?

«Veritas est adaquatio rei et intellectus», con este conocido principio consagrado en la Summa Theologiae, el gran Santo Tomás de Aquino explicó bien que la verdad es la adaptación del pensamiento a la realidad. Y no al revés. La profunda falacia de la ideología de género reside precisamente en la impugnación de este principio tomista.

Más que a Descartes, esta ideología parece recordar a Pico della Mirandola y su Discurso sobre la dignidad del hombre. En esa obra se destaca la visión antropocéntrica renacentista del hombre como artífice de su destino. El hombre lo puede todo. Tú serás lo que quieras ser. Puedes bajar al plano del “brutus”, pero puedes elevarte al plano del “ángelus”. Dependerá de ti. No tienes un lugar fijo en la escalera de la creación o, como dice Jaume Bofill, en la escala de los seres. Tú decidirás. Porque tienes la oportunidad de elevarte al plano angelical, o incluso tienes la oportunidad de bajar a un nivel brutal. Esta es una concepción extraordinariamente positiva y optimista del ser humano. ¿Dónde está la herida? ¿Dónde está la condición pecaminosa? ¿Dónde está la finitud o la limitación? Serás lo que desees. Y puedes alterar, indicar, cambiar tu identidad como quieras, donde quieras. Es una identidad plástica que no es pétrea, que, si acaso, se parece más a la identidad de Bauman, es decir, líquida, o incluso gaseosa. Porque tú puedes darle la forma que quieras como el barro cuando no está seco. Tú te conviertes en el demiurgo de ti mismo, el artífice de ti mismo. Exactamente lo que dice Pico de la Mirandola en el discurso de la dignidad del hombre, que, no por casualidad, se cita normalmente como un texto inspirador del transhumanismo.

¿Es una sexualidad fluida… hoy me siento mujer, mañana hombre y así sucesivamente?

Según la ideología de género, un individuo no es hombre o mujer sobre la base de su propia estructura biológica, sexual, física o cromosómica, sino en virtud de cómo se percibe, se autodefine, se siente. Y este sentimiento puede cambiar con el tiempo. Lo que cuenta no es la evidencia objetiva de la realidad sino la percepción subjetiva. Uno de los primeros en pensar que el sexo podía ser diferente del género fue, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, John Money, director del Departamento de Psiquiatría y Pediatría del Hospital de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, todavía hoy es un prestigioso punto de referencia para la investigación médica al norte de Washington. Fue Money quien acuñó el término “dentidad de género”. Esta idea nace, por lo tanto, en el campo de la medicina pero llega a influir en la sociedad gracias a la aportación del filón filosófico post-estructuralista, deconstruccionista, hoy representada por académicos muy influyentes como Judith Butler, según los cuales el género no depende del aspecto binario que se encuentra en la naturaleza (masculino/femenino), sino de la voluntad subjetiva de un individuo, gracias a la teoría de la “performatividad” del género, expresión que deriva de la palabra en inglés performance, es decir, comportamiento. Precisamente Butler, que es una distinguida profesora en la Escuela de Posgrado de la Universidad de California, Berkeley acuñó el término “performative gender” (género performativo). Según esta teoría, la percepción subjetiva manifestada en un comportamiento externo determinará el sexo y el género de una persona. Según esta teoría, la percepción subjetiva manifestada en un comportamiento externo determinará el sexo y el género de una persona. El célebre ensayo Deshacer el género de Judith Butler –que representa la “biblia” de los partidarios de la ideología de género– se está difundiendo en Italia también en los ambientes académicos, y son cada vez más numerosos los cursos monográficos organizados en las universidades de nuestro país. La misma Butler el 20 de octubre de 2023 impartió una Lectio Magistralis en la Escuela Superior Normal de Pisa, (una institución universitaria de absoluta excelencia), amplios fragmentos de aquella platica fueron publicados en el suplemento “Salud” del diario italiano “La Repubblica” (20 de noviembre de 2023) con el título Adiós al sexo, ahora reina el género.

¿Podemos vislumbrar una especie de antropocentrismo en esta ideología? Cito algunas palabras del difunto don Gabriele Amorth: «Tengo miedo de quienes confunden el mal con el bien. Es la manera que tiene Satanás de tentarnos. Como hizo con Adán y Eva: «No es cierto, como dijo Dios, que moriréis si lo coméis, no, al contrario, seréis semejantes a Él, podréis decidir sobre el bien y el mal».

El primer Papa que habló de ideología de género fue Benedicto XVI el 22 de diciembre de 2008 con estas palabras: «Lo que con frecuencia se expresa y se entiende con el término “gender” (género), se reduce, en definitiva, a la autoemancipación del hombre de la creación y del Creador. El hombre quiere hacerse por sí solo y disponer, siempre y exclusivamente, por sí solo de lo que le atañe. Pero de este modo vive contra la verdad, vive contra el Espíritu creador”. Sucesivamente, en uno de sus últimos discursos antes de su dimisión, el 21 de diciembre de 2012, precisó ulteriormente la posición de la Iglesia con respecto a la ideología de género: “El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, (…) cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: ‘Mujer no se nace, se hace’ (“On ne naît pas femme, on le devient”). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema “gender” (género) como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creado por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: “Hombre y mujer los creó” (Gn 1, 27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o hembra, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza».

No hay duda que la ideología de género es una reverberación de lo que los antiguos griegos llamaban ὕβρις (hỳbris). Este lema representa el orgullo humano cuando alcanza la dimensión de la insolencia y la arrogancia que le lleva a suponer que puede anular, por su propio poder y suerte, la voluntad divina y el orden natural. Es la pretensión del hombre moderno de ser la medida de todas las cosas. Y es esta afirmación la que le lleva peligrosamente a imitar a Dios, determinando incluso de forma autónoma la identidad de masculinidad y feminidad.

Lo que resulta chocante es el intento de la propaganda de adoctrinar a los jóvenes para que se apoderen de sus conciencias, para neutralizarlos y reducirlos a zombis que obedecen a cualquier cosa. ¿El plan sería eliminar el libre albedrío? ¿Qué podemos hacer para despertar las mentes?

Utilizar la función educativa no para formar e instruir a los jóvenes sino para adoctrinarlos es típico de cualquier sistema dictatorial. Esto ya se ha experimentado en el pasado. El principio de la prioridad educativa de la familia sobre el Estado fue establecido en 1948 por primera vez en la historia de la humanidad. Se trata del artículo 26, párrafo tercero de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que expresamente establece lo siguiente: «Los padres tienen prioridad de derecho en la elección del tipo de educación que han de impartir a sus hijos». ¿Por qué se estableció por primera vez en la historia de la humanidad este principio, antes pacífico y obvio? Porque después de la Segunda Guerra Mundial la experiencia mostró al mundo cuán brutal y violento era el adoctrinamiento de los jóvenes a través de la Volksauflärung, el sistema de educación pública del Tercer Reich. Incluso en la dictadura nazi, como en la bolchevique, la función educativa estatal fue utilizada para forjar el “nuevo hombre” del mañana, según la perspectiva ideológica del régimen. Es sintomático que la definición completa del Ministerio de Educación Pública alemán de esa época fuera Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda, es decir, Ministerio de Educación Pública y Propaganda. Y no es casualidad que esas dos habilidades, educación y propaganda, estuvieran unidas en el mismo departamento. Así como no es casualidad que el ministro alemán de Educación Pública desde el 13 de marzo de 1933 hasta el fin del régimen fuera el Dr. Joseph Goebbels, el genio malvado de la manipulación y la propaganda. Los niños y los jóvenes siempre parecen estar destinados a convertirse en víctimas inocentes de las aberraciones ideológicas de los adultos. Esto es lo que está sucediendo también hoy, contra lo que todos deberían sentir el deber moral de reaccionar y luchar. Una civilización que no siente la necesidad de defender a sus hijos es una civilización incapaz de ver el futuro y pensar en su supervivencia. Es una civilización destinada a extinguirse.

Lo desalentador es la participación de niños en este horror, cuyas mentes son manipuladas. Usted explicó que en Gran Bretaña se administra un medicamento a quienes lo solicitan para bloquear la pubertad. Esto es monstruoso, sobre todo porque existe el permiso de los padres, quienes deben vigilar y garantizar la seguridad de sus hijos en todos sus aspectos. ¿Cómo estos participan del actual plan anticristiano? ¿Debemos pensar que fueron engañados?

La tarea educativa de los padres, dentro de la familia, tiene un valor aún más importante, especialmente en el período en el que los niños no han alcanzado la madurez necesaria para tomar decisiones sobre sí mismos y aún no son capaces de vivir de forma independiente. Este período representa la fase más delicada del ser humano, aquella en la que el Poder puede ejercer efectivamente la manipulación ideológica. En este sentido, es fácil comprender cómo Santo Tomás de Aquino llegó a hablar de «útero espiritual», explicándolo así en la Summa Theologiae: «[El infante] Después de haber salido del seno materno, antes de poder disponer libremente de la propia vida, sea mantenido bajo el cuidado de los padres como si estuviera bajo un útero espiritual».

Por ello, es acertado calificar de terrible la imposición de la ideología de género en las escuelas a las que asisten niños inmaduros y manipulables por su tierna edad, y el uso de bloqueadores hipotalámicos, como la triptorelina, para detener el proceso de desarrollo de la pubertad de los niños.

El Enemigo del hombre muestra una increíble habilidad para engañar los corazones de los seres humanos. La cuestión es que son los hombres los que, al no atender a las advertencias de Dios, «consentent diabolo decipiendi» como escribió san Agustín, acaban escuchando al diablo embaucador.

¿Cómo resistir la dictadura del pensamiento único?

Como se resiste y se ha resistido en todo régimen totalitario; oponiendo la Verdad a la mentira. Simplemente hay que hacer lo que hacía el niño del cuento de Andersen El traje nuevo del emperador, es decir, gritar: «¡El rey está desnudo!». Cuando le preguntaron al disidente checoslovaco Václav Havel cómo había logrado realizar la “revolución de terciopelo”, es decir, derrotar a un régimen opresivo sin derramar una gota de sangre ni disparar una bala, respondió que eso había sido posible simplemente oponiendo la verdad a la mentira. Gritando, de hecho, que el Rey estaba desnudo. Esto fue posible sin armas, sin ejército, sin recursos financieros, sin medios de comunicación, sin poder. Precisamente por eso creo que conviene releer con mucha atención su famoso ensayo titulado El poder de los sin poder. Hoy también nosotros somos “los sin poder”, pero tenemos de nuestro lado la fuerza invencible de la verdad.

También debemos reflexionar sobre el hecho de que todo sistema, toda visión antropológica, toda Weltanschauung, toda ideología, todo régimen, toda construcción intelectual que vaya contra la naturaleza, contra la razón, contra el hombre y contra Dios, está inexorablemente destinada a implosionar miserablemente. La historia lo ha demostrado bien durante los últimos dos mil años. La cuestión es que no podemos simplemente esperar a que se produzca dicha implosión. Tenemos la obligación moral para las generaciones futuras de acelerar este proceso de implosión; oponiendo, precisamente, la verdad a la mentira.

¿Dónde están los Pastores de la Iglesia a quienes Dios ha confiado la tarea de pastorear y mostrar el camino correcto? Esta es ante todo una guerra espiritual. El Adversario está destruyendo a la humanidad con una rebelión total contra la creación. Una humanidad sin Dios es presa de la locura, se convierte en su propia enemiga.

Hoy los Pastores de la Iglesia, con raras y loables excepciones, se parecen con demasiada frecuencia a los guardianes de Israel de los que hablaba Isaías, esos “canes muti” (perros mudos) descritos por el profeta: “Los guardianes de Israel son todos ciegos, sin inteligencia; todos son perros mudos, incapaces de ladrar; sueñan, se acuestan, les encanta dormitar” (Isaías 56:10).

La vida sin Dios, recordaría un célebre verso de Shakespeare, sería «a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing», una fábula llena de sonido contada por un idiota en un acto de ira sin ningún significado (Macbeth, acto V, escena V). La vida sería «una fábula», por tanto, un sueño extraño: discurso abstracto o imaginación exasperada. Y «contada por un idiota»: por ello, sin capacidad para establecer nexos, de forma intermitente, sin orden verdadero, sin posibilidad de previsión. «En un acto de ira»: es decir, donde el único modo de relacionarse es la violencia, o sea, la ilusión de poseer. Además, una fábula «sin ningún significado»: por lo tanto, el hombre es esclavo de la casualidad de los sucesos y, consecuentemente, es esclavo del poder, porque el poder representa el emerger provisional de la fortuna en la historia.

El objetivo como estamos viendo es la familia que es atacada en todos los frentes, creándole confusión, desorientación, para destruir al ser humano y a la creación misma, como plan diabólico. Monseñor Luigi Giussani había profetizado tal trastorno del orden natural. Debemos volver a la fe si queremos la victoria sobre el mal. «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lucas 18,8).

Experimentamos diariamente como la familia es para nosotros no sólo el lugar de pertenencia -que identifica nuestro ego y nos protege de la pérdida del anonimato y de la extrañeza- sino también el último bastión, el último espacio de libertad entre el poder y yo. Tenía razón el gran escritor católico inglés Gilbert Keith Chesterton cuando decía que la familia es un «test of freedom», una prueba de libertad porque es lo único que el hombre libre hace por sí mismo y para sí mismo. Por eso, el Poder quiere destruirlo. El objetivo del Poder es conseguir un hombre solo, aislado, sin raíces, sin identidad, sin relaciones, sin lugar de pertenencia, frágil, indefenso y, por tanto, perfectamente manipulable. Todo esto lo había profetizado lúcidamente hace décadas el mismo monseñor Luigi Giussani con estas palabras: «El interés del poder en destruir a la familia es doble: antes que nada, destruyendo esta unidad -compañía primordial del hombre- el poder logra tener frente a sí mismo a un hombre aislado: el hombre solo y sin fuerzas, es privado del significado de destino, desprovisto del sentido de su última responsabilidad: y se inclina fácilmente al dictado de las conveniencias. Así el hombre queda como un pedazo de materia, un ciudadano anónimo. La familia es atacada para hacer que el hombre esté más solo, y no tenga tradiciones, de modo que no ocasione responsablemente algo que pueda ser incómodo para el poder o que no nazca del poder. La segunda razón, más profunda, es ésta: destruyendo la familia se ataca el último y más fuerte baluarte que resiste naturalmente la concesión cultural que el poder introduce, del cual el poder es función: es decir, entender la realidad atomísticamente de manera sólo material, una realidad en la que el bien sea el instinto, o el placer, o mejor aún el cálculo».

Sólo la fe nos salva. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra? ¿Encontrará hoy esa fe en nosotros? La fe es una petición, una súplica mendicante. Nuestra pobre vida cubierta de harapos y heridas tiende, sin embargo, a su perfección, al cumplimiento. Es el hombre que anhela la presencia de Cristo en su vida. Y, como decía el filósofo danés Kierkegaard: podemos olvidar todo lo demás, pero esa Presencia no se olvida. La fe se pide a Cristo con la humildad de un niño y con la conciencia de un hombre maduro, sin medir los tiempos sino llenando el instante con esta petición. Es este mendigar a Cristo la expresión más alta del hombre, su única expresión verdadera. En cualquier caso, reside en esta petición, la alegría de la vida, la alegría de nuestro día a día.

Gianfranco Amato

Gianfranco Amato, avvocato, opera attivamente nel campo della bioetica da circa venticinque anni. È conferenziere a livello internazionale su tematiche bioetiche, riguardanti in particolare la famiglia, l’educazione, le dipendenze giovanili, e il diritto naturale. È stato nominato, in qualità di esperto, Direttore del Comitato Tecnico Scientifico dell’Osservatorio permanente sulle famiglie della Regione Siciliana, con decreto assessoriale n. 81 del 23.5.2023 È stato più volte audito, sempre in qualità di esperto, dal Parlamento italiano, sia al Senato che alla Camera dei Deputati, su proposte di legge attinenti alle tematiche di cui si occupa, in particolare in tema di libertà di opinione e di famiglia. È Presidente nazionale dell’organizzazione Giuristi per la Vita, un gruppo di avvocati, magistrati e docenti universitari che combattono a livello legale in difesa del diritto alla vita, della famiglia e della libertà di educazione. È noto anche in America Latina, soprattutto in Messico, Costa Rica e Cile, dove viene spesso invi- tato, in qualità di esperto internazionale, da istituzioni pubbliche a livello parlamentare, da Ordini Professionali, e da varie Università cui collabora a livello accademico. Ha scritto una quindicina di libri Ha ottenuto il premio “Testimoni 2014” dalla Fondazione Fides et Ratio, e il premio internazionale all’Impegno Sociale 2015 intitolato alla memoria dei giudici martiri Rosario Livatino, Antonino Saetta e Gaetano Costa.